Si en vez de corazón, tiene una cajita de truenos escondida entre los pulmones, déjelos escapar en un silencio relámpago.
En un silencio cómplice de la oscuridad, pero abierto a la verdad y llegada de cada amanecer.
Déjese llevar por las tempestades.
Sosténgase de cualquier esperanza al borde de una nube.
Confunda lágrimas con lluvias y sobre todo, no olvide morder fuerte algún recuerdo para aguantar, si puede, el empuje del tiempo.
Verá entonces, al dejarse tronar los sentimientos, la urgencia de su pecho en los ojos, mucho antes de escuchar fuerte en el cielo los destellos de amores que su cabeza nunca entendió, y que por ende encerró (pensando para siempre) en su temible, suya y brillante cajita de truenos llamada corazón.
Poema escrito por: Antonio Costa Gómez
Enviado por: Antonio Costa Gómez
Era como esperarte Pedir que te vistieras de esas palabras, que te abrieran camino Pedir que encontraras al fin un cuchillo para cortar el pan Acertar casualmente en la mirada Rozarse levemente al cruzarse en el pasillo Era encontrarte algo en los ojos desviados Desembocar por fin en las arrugas de tu rostro Que una raya en los párpados dijera por fin quién eres Porque ya no podemos escondernos Porque ya no encerramos un tesoro para nadie Porque estamos aquí y este es el fuego Porque no tenemos otro fuego si no es este Era como llamarte, llamarte en el pasillo Y que llegaras por fin y bailaras como un fantasma Cuando regresas de todas partes Era como encontrar al fin un regalo en algún verso En algún tímido verso repescar la vida entera Era como llegar al balcón y ser tú mismo en un ademán Porque se abrieron todas las cosas y mostraron su sangre
Poema escrito por: Felipe Pérez
Enviado por: Felipe Pérez
A mi padre…
Estas hojas de otoño del otoño con sombrero que se para en esta ceiba y de nuevo ese padre que se va ese olor madera se devuelve, permea y me recuerda lo profundo de la tierra su ataúd blandido, sórdido y frío.
Ese padre que se va y no se devuelve que introduce de repente mi tristeza.
La canción fue ya tocada. Ya las cuerdas oxidadas… ya la agreste parca… ya su nota helada se me cuela en la garganta.
Ese padre que se va y no se devuelve que en la foto me hace muecas que me habla entre sonido y rebota en el silencio.
Ese padre y su maleta empacando su peinilla y mi tristeza estas hojas de la ceiba que humedecen mi cuaderno heridas por el humor del viento.
Ya la ceiba deshojada… ya la parca helada… ya sus gritos que congelan mi garganta… quedo armero sin su espada.
Ya las voces alentadas, esas voces me consuelan y me alaban, que practican ejercicios lastimeros, dicen que me aman.
Ya su tumba verde, ya la tabla blanca y una cinta ocre con su nombre: me hago el que no lee, «no veo, no oigo nada».
Y la ceiba sin sus ramas y ese padre se deshoja ese padre entre fantasmas que me chillan y me braman.
Lo diviso entre los muertos que se alejan, metido siempre entre alpargatas. Quiere pero no dice nada, lo veo cuando calla.
Lo veo que se va y no se devuelve y no devuelve su mirada, empacando su penilla con mis alas. Estornudo, ya no hay padre ya no veo nada.
Poema escrito por: Elizabeth Carrera
Enviado por: Elizabeth Carrera
Si caminas A través un espejo antiguo Detrás del buzón abandonado Ahí encontraras un gran jardín Iluminado por astillas de un corazón roto Macetas planteadas con heridas descuidadas Y fuentes que brotan risas sin parar Sostenidas en la pura absurdidad Junto a raíces de promesas dadas Y jarrones con sueños deslumbrados
Ahí pasaron siete años sin la lluvia de la realidad y luego forjé una espada con pestañas saladas y una montaña de libros que alimentaron mi espada.
Sí, así fue mi niñez, un gran jardín de mil arcoíris y el color rosa.
This is the ritual for senseless death to remove flowers and candles […] as if it never happened reducing the value of life to nothingness
Jimmy Santiago Baca
En esta cuidad, no queremos mas alas de los ángeles somos hijas, hijos, madres, papás, abuelitos, abuelos cada muerto apaga la llama de la vida
“The experts claim not to know our oppression […] instead of the real people we are […] their ideas replace us with stereotypes that suit their selfish needs” Jimmy sabe
no queremos celebrar cumpleaños, no necesitamos piñatas, no tenemos sed por botellas de tequila cuando estamos esperando la llamada del hospital o la morgue, con las manos donde ganamos pequeños centavos cavando la tierra con nuestras propias tumbas
“and when the fires of despair burn down And darkness fills me I […] keep chopping my anger up feeding it to the fire” dígales, Jimmy
el sueño de nuestra comunidad queremos sobrevivir con salud, sin miedo relajándose en paz cuando vemos el dato: 40% de los muertos por COVID19 en Los Angeles son Latinos mirando las noticas que otro ha pasado a la nothingness por que no entienden que no somos números, no todos cantamos las mañanitas, no vamos estar en silencio, llorando a esta país solamente gritamos ¡No más!
Inspiración: Una compañera me dijo los datos de la cantidad de miembros latinos de nuestra comunidad que están muriendo por COVID19. Estaba leyendo el libro de poesía de Jimmy Santiago Baca When I Walk Through That Door, I Am, y para lidiar con la ansiedad, escribí este poema. Las líneas en inglés son extractos del libro de Jimmy.
La esperanza parece desvanecerse en medio de la tragedia porque la tragedia permanece como permanecen en el enfermo las memorias borradas por su amnesia y como permanece mudo el sonido en el silencio latente.
Esa percepción solo es ceguera: ésa es temporal; si miras con fe, eterna promesa, renacerá una fuerza interna, legado ancestral, que cobijará con su manto a tu consciencia.
Aparta tu atención de la destrucción: oscura es su esencia, seductora del alma. Imagina vida, imagina amor porque aunque tarda, siempre llega la calma.
No existe nada a lo que se deba temer: la verdad alumbrará y se verá su luz. Recobra el ánimo y recuerda el poder que la humanidad puede hallar en la gratitud.
La lluvia seguirá cayendo y los árboles dando sombra, así que sacúdete el polvo de la angustia y libérate de la paranoia. Espera el tiempo en que los frutos volverán a nacer, goza el tiempo porque siempre habrá otro atardecer.
Estoy en la oscuridad de las noches perdidas con la luna que apenas alumbra mis caminos, sin mis pasos que se quedaron en stop y sin las luces de Nueva York que apagaron los gritos de terror y muerte de la gente arrasada por la pandemia del coronavirus; que también rompe las copas de vino de los bohemios de París que ahora más que nunca no duerme.
El Apocalipsis de la pandemia calla los gritos del ¡Olé! y los viejos faroles de pasadas nostalgias ya no encienden su luz tenue en el «Madrid de ayer».
Renacen las sopranos espontáneas que ahora cantan al amor y la solidaridad en las ventanas y balcones en la Roma de hoy: ¡¡Arriba corazones!!
Mi visión más allá del Himalaya —entre la bruma que también envuelve el dolor del oso panda de Beijing— se pierde en el horizonte de otras tierras del planeta que sufren la pandemia.
Solo se oyen en el mundo, los gritos de las sirenas en las calles vacías y hospitales que acompañan a doctores, enfermeras y janitors que sacrifican su existencia en la primera linea de lucha por la resurrección de la vida.
Estamos en la incertidumbre de la supervivencia de la vida y el amor adaptándonos a la «distancia social» con sacrificio y apoyo a nuestras familias.
Hoy estamos con más fuerzas que nunca y mañana también venciendo a la muerte a la espera de un nuevo amanecer radiante de amor universal.
Nevó. Esta mañana al levantarme veo las copas blancas de los árboles: en mi sierra ayer noche nevó, y es primavera. Esta mañana al levantarme las copas blancas de los árboles me regalaron ese placer idiota que la nieve te trae: volverte nene, disfrutar de algo que te da igual. Nadie, (digo nadie porque quiero decir nadie) podía prever que nevaría pero anoche nevó. Ahora ya nadie puede prever. Es primavera.
Prever es lo que hacemos. Prever nos hace humanos. Prever es lo que nos deshace.
Ahora no sabemos. De verdad no sabemos. Siempre decimos que sabemos que no sabemos pero creeemos que sabemos. Ahora no sabemos. Es vertiginoso no saber. El vértigo es mirar y prever y cerrar fuerte los ojos ante eso que prevés: cerrar los ojos.
Pero ahora ni siquiera: no sabemos. Está la nieve y está, faltaba más, el miedo.
Los ojos bien cerrados, bien cerrados.
Ahora no sabemos. El futuro se fue. Quedan el miedo, la nieve, la certeza de que ya no sabemos. En la vida aquella que teníamos teníamos la osadía de prever. Sabemos que pueden pasar cosas, que aquello que prevemos puede no suceder. Que puede haber fallos, suspensiones, infartos, un olvido pero somos buenos para olvidarlo, buenos para creer que haremos eso que prevemos: somos buenos.
Para cerrar los ojos.
La nieve es como un bálsamo que cambia los colores. Nada más cambia los colores: cambiarlos es la prerrogativa de la nieve. Cambiarlos: demostrar que no son siempre lo que son, que ya eran otros.
Hay nieve: es decir que nevó. Ahora no prevemos. Estamos encerrados, sabemos –casi con certeza– donde estaremos, sabemos –casi con certeza– qué haremos mañana y pasado mañana como nunca supimos –casi con certeza y en el casi se esconde todo el miedo–, sabemos lo que haremos porque no podemos hacer nada: cuando más claro está lo que haremos día a día más oscuro está qué haremos cuándo, más adelante, cuando todo vuelva si es que vuelve. Porque ahora vivimos en el presente pleno como nunca sin futuro, sin prever, pendientes de un animal desconocido –que somos y la nieve.
El presente por fin nos atrapó. Nos atrapó el presente, y atrapar es un verbo que suena.
Prever en cambio es un deporte: puro esfuerzo que solo sirve para gritar los goles que solo sirven para gritar los goles. Prever es un deporte suspendido. Hay nieve o sea que ahora sabemos (dolorosamente lo sabemos, Sócrates es un huevón, con la filosofía poco se goza) que no sabemos nada.
Y hoy mañana pasado mañana deberán ser, deberían ser iguales, casi iguales.
Que todo pasa cuando quiere como quiere, que todo pasa, que no sabemos nada. Lo hemos dicho veces, tantas veces y recién ahora sabemos que no sabemos nada. Que todo puede no ser lo que había sido, lo que era. Prever es un deporte de interiores.
Afuera, allá lejos, afuera las copas blancas de los árboles. Nada, casi nada. Nieva allá lejos, nieva como todo: afuera.
No es de mi agrado encerrarme, es pecaminoso prohibirse el ser feliz.
No me gusta estar leyendo la prensa, ver los muertos, los enfermos, los inútiles esfuerzos.
Mi gato es el único consuelo, observándome de cerca. Sus ojos reflejan amor y desconocen el virus. Viven como siempre y me dan tranquilidad infinita.
Los días pasan y las cosas cambian poco. Se alarga el estado de alarma y los gobiernos hablan de pérdidas. ¿Veré la luz al final del túnel o me tocará recorrerlo también?
La suerte es de los que aún no han nacido ni conocido este mal.
Y acabo recomendando no leer todos los días… Algún día todo tendrá un fin, y es ese el día en que debemos leer
Este espacio vacío me atormenta, este espacio desolado me aburre, me llena de inquietantes dudas, no hay respuestas, solo silencio que se tiñe de cruel incertidumbre, en un espacio vacío, que no me pertenece porque no hay soledad, solo terror.
La angustia recorre cada una de las calles, y se reparte en los vecindarios… buscando los pasos del hombre, aquellos que se fueron apaciguando, los que desaparecieron al caer la tarde, para descansar temerosos, detrás de las puertas, y recogerse silenciosos, después de la oración.
La plaza esta huérfana de tertulia y en pleno mediodía, en sus bancos, la risa se convirtió en murmullo sórdido, que se lleva el miedo disfrazado de cordura, ante el temor de no volver a pisarla, ni sentir el despliegue colorido de sus flores, esas que esperan ansiosas el pronto retorno del suspiro complaciente y de las voces mingonas, de las que anidan sus deseos y desnudan sus almas, en busca de ese espacio cotidiano, sempiterno, convencidos de que vencida la oscura tormenta, a la mañana siguiente habrá lugar ¡para albergar la esperanza… y volver a soñar!
Este poema que forma parte de mi libro «Habitante Invisible» (Ediciones Deslinde, Madrid, 2020) es un poema en el que hablo de la luz y de la cámara. Releyéndolo, me he percatado de que tanto la luz como la cámara son vitales en estos días. La luz significa la esperanza y la cámara ese otro ojo que nos acerca a familiares y amigos que no podemos visitar en las circunstancias actuales.
Jorge Enrique González Pacheco
El hijo de la luz en sombra y magias de nubes aposenta, revive insomnios, festines del color, gozoso ámbito que le contiene.
El hijo de la luz divierte sus sueños entre cámaras que pasean momentos tras un gesto simulador, jardines, aguas altas, daguerrotipos, cuerpos.
El hijo de la luz corona secreto tiempos de aquel viaje para en centros de instantes navegar, deidad en historia mucho más: Ojo y Silencio.
Un domingo sin ti, de ti perdido, es como un túnel de paredes grises donde voy alumbrado por tu nombre; es una noche clara sin saberlo o un lunes disfrazado de domingo; es como un día azul sin tu permiso. Llueve en este poema; tú lo sientes con tu alma vecina del cristal; llueve tu ausencia como un agua triste y azul sobre mi frente desterrada.
He comprendido cómo una palabra pequeña, igual a un alfiler de luna o un leve corazón de mariposa, alzar puede murallas infinitas, matar una mañana de repente, evaporar azules y jardines, tronchar un día como si fuera un lirio, volver granos de sal a los luceros.
He comprendido cómo una palabra de la materia azul de las espadas y con aguda vocación de espina, puede estar en la luz como una herida que nos duele en el centro de la vida. Llueve en este poema, y el domingo gira como un lejano carrusel; tan cerca estás de mí que no te veo, hecha de mis palabras y mi sueño.
Yo pienso en ti detrás de la distancia, con tu voz que me inventa los domingos y la sonrisa como un vago pétalo cayendo de tu rostro sobre mi alma.
Con su hoja volando hacia la noche, rayado de llovizna y desencanto, este domingo sin tu visto bueno llega como una carta equivocada.
La tarde, niña, tiene esa tristeza del aire donde hubo antes una rosa; yo estoy aquí rodeado de tu ausencia hecho de amor y solo como un hombre.
Se me va el tiempo en segundos, en minutos y en las horas que paseo por aceras de destinos enclavados en trincheras.
La ciudad parece más cerca a mis ojos como si la lluvia hubiese acicalado sus espejos donde a cada día el sol y la luna derraman sus destellos.
¡La vida grita de que existe! Y de que las nubes siguen siendo sombras y que las siluetas de aeronaves aterrizan en discretos parabrisas.
La vida existe en las sonrisas infantiles que se escabullen por ventanas y por resquicios de las puertas hoy cerradas.
II
El miedo recorre los senderos más transitados pero el novio desafía las alarmas al andar unido con el vuelo de gaviotas aventureras.
III
¡El tiempo grita que la vida existe! y nos anuncia en sus crepúsculos y en sus auroras que algún día se volatizaran las horas malas.
¡La vida grita y lucha para proseguir en su existir! Y la peste será un recuerdo lejos de que juntos la vencimos, eso con júbilo nos diremos: tú y yo, yo y tú.
Durante este tiempo de cuarentena, todos tenemos más tiempo para amar. Me propuse a expresar por escrito la magia de despertar las emociones mas íntimas entre dos seres que se aman. El título es un tributo al gran escritor, Gabriel García Márquez, quien bien sabemos escribió la novela de título similar —en su caso, fueron tiempos de cólera. Hoy, estamos viviendo tiempos de Corona, y qué mejor manera de vivirlos, si no con el amor.
¿Qué dicen las sombras montañosas? ¿Por quién suspiran aquellas lomas del alto plano? ¿Qué inquietudes inspira la inmensidad del cielo? Silencio… silencio… Tranquilo
Me acoge la pasión, me captivan sus alas Y sin preguntas me estremezco en ella Con piedad lo arrulla todo, Sin piedad lo captiva todo, Dejando nada… de mí
Señas que has llegado tú Eres tú el mar, Morado, verde, azul y dulce
La canción de tu alma, Mariposa de sufrimiento y de alegría, Me inspira confianza, Como una ilusión de paz Enciende como el fuego
Tráeme tu sonrisa, Tu gemir Tu grito Largo y claro ¡Así! Lleno de emoción Dame tus lágrimas Tu sangre Comparte conmigo Hasta morirnos En amor
Poema escrito por: Diane Nospraka
Enviado por: Diana L. Portillo
Reloj de arena Eternos cristales La humanidad reflejada en cada uno de ellos Seres temerosos Seres valientes La naturaleza está aún más viva Criaturas extasiadas Criaturas confundidas El aire es grato otra vez Las aguas diáfanas Fluyen vida y amor La naturaleza despierta No hay amenaza La naturaleza vive
Sueños en el aire doblan las esquinas, como secretos urgentes y enredados que cruzan desarmados sin coraza, esquivando al temor de tener miedo.
Te esperan cada tarde, abrazados a tu ausencia. Te acompañan y te imaginan, desde mi ventana hasta tu puerta.
A veces salen a buscarte, como soles entre la niebla. Y aunque no te digan nada, sin que te des cuenta, nunca dejan de hablarte y te sueñan.
Porque son sueños en el aire deshaciendo sus espinas, como secretos brillantes y entregados que cruzan desatados tras la calma, esquivando al dolor que pisa el tiempo.
Te esperan cada tarde, refugiados en tu presencia. Te acarician y te cuidan, desde mi ventana hasta tu puerta.
A veces salen a buscarte, como soles entre la niebla. Y aunque no me digas nada, sin darme yo cuenta, despiertan en tus ojos y te encuentran.
Poema escrito por: Ana Evelin García
Enviado por: Ana Evelin García
La música no está atrapada se desliza de balcón a balcón, se mueve como brisa entre las ramas, emociona al que tiene triste el corazón.
Cada quien la recibe en su morada, la cobija y cual tesoro la abraza. La música va llena de esperanza, ha convertido al mundo en una sola nación.
Cantemos con alegría desde nuestras casas, cantemos juntos en virtual comunión, que se escuche por todas las plazas, unamos nuestras voces en un canto de ilusión.
Poema escrito por: Grace Ramsay
Enviado por: José Lumore
Y la gente se quedaba en casa
Y leía libros y escuchaba
Y descansó e hizo ejercicios
E hizo arte y jugó
Y aprendió nuevas formas de ser
Y se detuvo
Y escuchó más profundamente
Alguien meditó
Alguien rezó
Alguien estaba bailando
Alguien se encontró con su sombra
Y la gente comenzó a pensar diferente
Y la gente sanó.
Y hubo ausencia de personas que vivían
en una peligrosa
ignorancia
Sin sentido y sin corazón,
Incluso la tierra comenzó a sanar
Y cuando el peligro terminó
Y las personas se encontraron
Lloraron por los muertos
Y tomaron nuevas decisiones….
Y soñaron con nuevas visiones
Y crearon nuevas formas de vida.
Y curaron completamente la tierra
Justo cuando fueron sanados.
Cuando la tormenta pase
Y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia
Seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos
Que lo jamás conseguido
Seremos más generosos
Y mucho más comprometidos
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
Y todo será un milagro
Y todo será un legado
Y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.
Poema escrito por: Anónimo
Enviado por: José Luis Montero
No te rindas, aún estás a tiempo De alcanzar y comenzar de nuevo, Aceptar tus sombras, Enterrar tus miedos, Liberar el lastre, Retomar el vuelo.
No te rindas que la vida es eso, Continuar el viaje, Perseguir tus sueños, Destrabar el tiempo, Correr los escombros, Y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se esconda, Y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma Aún hay vida en tus sueños.
Porque la vida es tuya y tuyo también el deseo Porque lo has querido y porque te quiero Porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Abrir las puertas, Quitar los cerrojos, Abandonar las murallas que te protegieron, Vivir la vida y aceptar el reto, Recuperar la risa, Ensayar un canto, Bajar la guardia y extender las manos Desplegar las alas E intentar de nuevo, Celebrar la vida y retomar los cielos.
No te rindas, por favor no cedas, Aunque el frío queme, Aunque el miedo muerda, Aunque el sol se ponga y se calle el viento, Aún hay fuego en tu alma, Aún hay vida en tus sueños
Porque cada día es un comienzo nuevo, Porque esta es la hora y el mejor momento. Porque no estás solo, porque yo te quiero.